Pensar la realidad de manera holística es hacerlo en términos de variables interrelacionadas. Desde este punto de vista, los seres humanos somos unidades en las que cuerpo, mente, emociones, espíritu y relaciones interactúan dinámicamente. Todos estos aspectos se influyen recíprocamente en nuestras experiencias personales de bienestar o malestar.
Todas aspiramos a vivir mejor pero eso significa algo diferente para cada una pues, al reflexionar acerca de nuestra calidad de vida y pensar estrategias para elevarla, ponemos en juego nuestros parámetros respecto de aquello que evaluamos como necesario o posible de mejorar, y eso depende de nuestra historia, nuestras creencias, nuestros principios y valores, el estilo personal para resolver conflictos, y la mayor o menor cantidad de fuerza que posea nuestro motor de deseo de cambio.
La buena salud suele asociarse al cuerpo y, en el mejor de los casos, a la mente, pero el resto no lo tenemos en cuenta a la hora de evaluar nuestro bienestar. Basta con hacer el ejercicio de preguntarles por su estado de salud a las personas de nuestro entorno para comprobar que la respuesta habitual refiere a la presencia o ausencia de síntomas corporales o enfermedades físicas sin tener en consideración que, cuando las emociones, los pensamientos, las relaciones y el espíritu se encuentran en desequilibrio, nuestra salud integral u holística se ve afectada y, si no tomamos conciencia de cuál es el aspecto involucrado, no podremos hacer nada por modificarlo.
Podríamos definir a la salud holística como la experiencia frecuente y relativamente estable de bienestar en los planos del cuerpo, la mente, el espíritu, los vínculos, los sentimientos y las emociones. Esta experiencia responde a una percepción subjetiva que necesita confrontarse con determinadas variables objetivas. En la etapa adulta, estas aluden a la evidencia, en los hechos, de que la persona posee la capacidad de:
· Satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, abrigo y techo.
· Trabajar.
· Aprender.
· Relacionarse de manera eficaz con los otros.
· Tomar medidas de prevención y cuidado personal.
· Resolver de manera asertiva los problemas cotidianos.
La salud holística integra lo que podríamos llamar, si se me permite el neologismo, un “conjunto de saludes”: la salud del cuerpo, la mente, las emociones, el espíritu y las relaciones. Desde este punto de vista, la enfermedad se considera un indicador de desequilibrio en alguno de los aspectos mencionados. Esto nos convoca a la toma de conciencia y a la realización de algún tipo de cambio en la dirección del bienestar.
La búsqueda de la salud holística requiere que nos orientemos hacia:
· Una apertura de conciencia que favorezca el autoconocimiento.
· El desarrollo de actitudes de prevención y autocuidado.
· El despertar, despliegue, desarrollo y expresión de nuestros potenciales.
· Una relación gratificante tanto con nosotras mismas como con el medio ambiente y entorno vincular.
· La conexión con valores trascendentes de vida.
· La autointegración y coherencia entre sentimiento, pensamiento y acción.
· La satisfacción y bienestar con relación a la propia vida.
En general los seres humanos tendemos a poner afuera la causa de aquello que no nos agrada y pensar que las cosas nos pasan a pesar nuestro pero la realidad es que somos responsables por nuestra salud y bienestar. Nada nos impide tomar el timón de nuestra propia vida. Para ello no dependemos de una autoridad externa, sólo nos basta con poner en acto nuestra autonomía, aprender a elegir lo que es bueno para nosotras y recordar que eso no siempre coincide con el deseo.
Lic Alicia López Blanco - Psicóloga Clínica
Autora de La salud emocional y Por qué nos enfermamos, ambos editados por Paidós.
Ver sinopsis nuevo libro: "Salud Holistica"