martes, 5 de octubre de 2010

El lenguaje del cuerpo y sus síntomas- Parte 1

Desde un punto de vista holístico, la salud podría definirse como una experiencia personal, frecuente y relativamente estable de bienestar y coherencia en los planos del cuerpo, la mente, el espíritu, los vínculos, los sentimientos y las emociones.

Como el ser humano es una unidad con múltiples aspectos entrelazados, un desequilibrio en un plano afecta a todos los demás en mayor o menor medida. En este sentido, no podemos pensar en términos de causa y efecto sino de variables interrelacionadas con diferentes grados de compromiso.

Teniendo en cuenta estas premisas, la filosofía holística entiende a la enfermedad como un desequilibrio que expresa algún tipo de incoherencia o desajuste entre los diferentes planos de nuestra existencia. Algo que nos está afectando demanda la toma de conciencia y realización de algún tipo de cambio por nuestra parte. El síntoma revela una realidad oculta y la expone, deja en evidencia algo que no queremos o no podemos reconocer, nos propone un “darnos cuenta” y estimula la realización de acciones dirigidas hacia la búsqueda de nuestro propio bienestar.

A lo largo de los años, la experiencia clínica me ha demostrado una coincidencia entre lo que expresa el cuerpo y lo que la persona relata de su situación en otros planos de su vida. 
Podemos ver esto más claramente con el siguiente ejemplo: pongamos por caso un fuerte dolor de cintura en una persona que no padece una patología específica de su columna vertebral. En el plano del cuerpo el síntoma cuenta de una tensión de un músculo de la espalda baja, el cuadrado lumbar. Éste músculo constituye el más importante sostén de las vértebras lumbares, las cuales sobrellevan la constante carga de la parte alta del cuerpo, el tronco, la cabeza y las extremidades superiores. Si esta carga se intensifica, el cuadrado lumbar se tensa para poder soportar el exceso. Si no puede con la carga, afloja de golpe y las vértebras lumbares quedan desprotegidas. Esto puede provocar un gran daño y dejar a la persona incapaz de moverse o caminar, requiriendo reposo y tratamiento médico. Lo mismo que está mostrando este músculo: la sobrecarga y el peligro de sucumbir ante el exceso, suele ser una analogía de lo que le está pasando a la persona que padece el síntoma. Cuando se le pregunta si se siente sobrecargado por alguna situación, la respuesta habitual es afirmativa. En general el paciente manifiesta estar atravesando una problemática a la que le atribuye difícil solución y que esto le promueve un sentimiento de impotencia. Si se le pregunta como cree que podrá soportar eso si se prolonga en el tiempo y no disminuye su intensidad, dice que no podrá soportarlo.

El síntoma nos estimula a revisar cómo nos sentimos en cuerpo, mente, espíritu, emociones y relaciones para tratar de entender qué cosa es la que no está alineada e intentar modificarla.

En general hay una tendencia a poner afuera la causa de lo aquello que no nos gusta, a pensar que nos pasan cosas a pesar nuestro. Puede que en muchos aspectos sea así, pero también es cierto que los seres humanos somos los máximos responsables de nuestra salud y bienestar, y que podemos tomar en nuestras manos la dirección de nuestra vida. Para ello, no necesitamos depender de una autoridad externa, sólo nos basta con poner en acto nuestra autonomía.

Tenemos la capacidad de pensar por nosotros mismos, desarrollar ideas propias y evaluar lo que nos conviene confiando en los valores que hemos elegido. Hacernos responsables implica elegir lo que es bueno para nosotros y eso no siempre coincide con el deseo.

En este proceso, hay aspectos a modificar relacionados con las particularidades de cada uno y hay otros que son de aplicación general. En estos últimos se inscriben algunas recomendaciones que favorecen al bienestar y elevan la calidad de vida: realizar actividad física de manera regular; alimentarse de manera  consciente; desarrollar un manejo asertivo del estrés; no consumir tabaco, alcohol y drogas; usar el tiempo libre  en lo que resulte gratificante; respetar el tiempo de descanso y sueño; poseer hábitos de higiene personal y ambiental; efectuar chequeos médicos de manera regular; fomentar una relación gratificante con nosotros mismos, el medio ambiente y el entorno vincular; encontrarle sentido a aquello que hacemos; estar en contacto con valores que nos resulten trascendentes; y tener un manejo responsable de las emociones y sentimientos.

Antes de “gritar” desde la enfermedad, el cuerpo suele “susurrar” a través de síntomas menores tales como trastornos funcionales, tensiones y contracturas musculares. Si aprendemos a escuchar estos síntomas y a entender su mensaje podremos accionar de manera preventiva antes de que un desequilibrio mayor se instale.
 

Lic. Alicia López Blanco

Psicóloga clínica. Autora, entre otros de: ‘Por qué nos enfermamos’ Ed. Paidós

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